martes, 25 de septiembre de 2012

Daniela

Publicado por Claudia en 10:32 1 comentarios
"Liquid Gold" de TinaAppel en DeviantArt.

Jamás había visto a una niña tan linda. Era en mi imaginación la hija perdida de Ricitos de Oro, su melena dorada y ensortijada tenía vida propia, y aunque era un año menor que yo; y la primera impresión que te dejaba era la de una chiquitita flaquita y débil, tenía el doble de mi carácter.  Vivía en un edificio de fachada azul eléctrico exactamente a dos casas de la mía, con su mamá y su abuela. Yo la había visto patinar y jugar en la calle, pero siendo la nueva niña del barrio no me atrevía a acercarme. Ya ni siquiera recuerdo exactamente cómo comenzamos a hablar; luego me regalaron mis primeros patines de línea y ella se ofreció pronta a darme clases de patinaje sobre el intento de veredas de nuestra enrejada zona residencial.  Daniela fue, sin duda, la primera amiga de verdad que tuve.

En las tardes colegiales nos repartíamos entre hacer tareas; ella llenaba cuadernos completos de francés mientras yo leía en inglés, salir a patinar y por supuesto, jugar cartas con su abuela.  Recuerdo haber jugado tantas veces “nadie sabe para quien trabaja” en su casa, mientras su abuela encendía un cigarro y luego otro, y luego otro…
Fuimos a mi casa también un par de veces, a probar  el juego de memoria de esa cosa que era casi una televisión blanca y se llamaba computadora.  Claro que en verano jugábamos carnavales, todas las niñas atrincheradas en mi casa versus todos los niños que se juntaban en la azotea de la casa del frente. Nos bañamos en mi piscina con mis primas, conoció al primer perro del que fui verdadera dueña (y que también perdí a los dos meses). Creo que Daniela por su parte tuvo un hámster, o tal vez varios, ¿o era un conejo?

Una tarde mientras me dirigía a su casa vi a unas chicas en la puerta, flaquísimas, altas, de cabellos lacios y dorados; las reconocí inmediatamente. Las tres estudiaban en mi colegio, y la menor estaba en mi promoción pero creo que hasta ese día no le había dirigido nunca la palabra. Sucede que en el colegio yo era una persona completamente distinta, no la niña sencilla y vivaz que pasaba las tardes jugando con ese pedacito de sol que era Daniela. Las tres chicas eran hermanas, y eran las tres; las primas hermanas de mi amiga. Mis personalidades múltiples se reunieron y ese día simplemente me divertí como cualquiera, y gané tres nuevas amigas.

No sé si era la facilidad que tenía esa niña para hacer las cosas tan no raras, tan simples y cómodas; lo que me llevó a finalmente salir de mi caparazón.  Con ella jamás me sentí juzgada; ni por el tamaño de mi casa, la pensión de mi colegio o la marca de mis zapatos; pero hoy después de más de diez años creo que no he vuelto a tener una amistad tan desinteresada, inocente y libre de prejuicios.

Yo me mudé algunos años después y le fui perdiendo el rastro, aunque de vez en cuando la veía en la televisión en algunos comerciales (les dije que era linda) o le mandaba saludos con su prima, quien años después también se convirtió en una buena amiga mía. La volví a encontrar hace un par de años por el bendito Facebook y me sorprendió saber que también se acordaba de mí.

Hoy Daniela cumple 20 años y vive en otro país. Sé que tal vez no se acordará tan bien como yo de algunos detalles como éstos o probablemente tenga otras anécdotas para contarme que pueda rescatar de su memoria. Yo quisiera atreverme a decirle, que ella hizo que hacer nuevos amigos siempre valiera la pena, gracias porque hiciste un pedacito de mi infancia que jamás olvidaré.

29 de marzo de 2012.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Tangled

Publicado por Claudia en 22:09 0 comentarios


Me veo venir,
sobre el suelo
entre tus llaves
en el bolsillo del pantalón de alguien que no es mi padre.



Lentamente,
proyectiles dorados de su cabeza
se atan a tus puntos cardinales. 



Y de pronto estoy bailando,
sobre la mesa
entre tus dedos
en el borde de la ventana del piso trescientos cuarenta y dos.




Lentamente,
un par de ojos blancos trazan charcos de agua
perpendiculares a tus pies. 



Ahora corres,
sobre los faros
entre mis piernas
en el jardín de los vecinos que te detestan.



nadie sabe huir mejor que tú 



Hay un adiós que crece bajo tierra,
cose tus manos a mis párpados,
para que yo nunca más
me vuelva sobre ti.
 

en la cabellera enredada de una niña en la vía láctea Copyright © 2012 Design by Antonia Sundrani Vinte e poucos