domingo, 27 de enero de 2013

de algún sueño me voy a salir

Publicado por Claudia en 21:13 0 comentarios

Todo está bien si tan solo te pienso, si en medio de toda la gente entre la que camino estoy riéndome sola, escribiéndote alguna tontería. Tengo los ojos siempre un poco pegados a la pantalla, si se enciende la lucecita morada me lanzo sobre el teléfono aunque tenga que hacer malabares de ninja para alcanzarlo. Nadie entiende y no me tomo la molestia de explicar qué está pasando.

No quiero pronunciarme definitivamente sobre lo que siento cuando estoy contigo, no quiero analizarlo demasiado, no quiero llegar a ninguna conclusión. Me siento satisfecha dando un paso adelante del otro sin pisar las líneas del medio, como juegan los niños, hay algo de encantadora incertidumbre en no saber si caminamos juntos hacia algún lugar. No he maquillado mis virtudes, cada palabra mía que ha llegado a tus oídos habitó en algún momento mi cabeza, no hay ningún misterio.

A veces creo que me muevo muy rápido para ti y no puedes seguirme el paso. Yo no camino; corro, hablo de más y luego pido perdón, exploto, me pongo a llorar, te abrazo y luego te empujo. No voy a decirte que te quedes cerca y seas un espectador, solo espero que estés haciendo la cola para subirte a esta montaña rusa. No me avergüenza decir que pienso más con mi ombligo que mi cabeza, y muchos podrían argumentar que estoy saltando adentro de una burbuja que está a punto de explotar. Pero estoy saltando, estoy feliz, nadie mira lo que veo yo.

Para hacerles honor a las madrugadas de confesiones solo estoy escribiendo de noche. No te voy a mentir: quiero canjear caras por besos, quiero pensar qué haríamos si llegáramos a robar un perro, quiero hacer una pijamada. Quisiera que no importaran demasiado todos los que miran y todos los que hablan, que se diluyeran sus ruidos en un eco en tu cabeza. Soy dinamita contenida en tu abrazo, y mientras estoy ahí no hay espacio para sentirme triste.

La luna gigante, la bendita constelación de Orión que busco siempre en el cielo, fumarme un cigarro y caminar a tu lado: es toda la conjunción de fabricar un silencio perfecto. No tengo la necesidad de abrir la boca para llenar el espacio entre nosotros, y para la niña que habla hasta por los codos eso es todo un tesoro. El tiempo maldito acelera sus agujas cada vez que estamos solos, no sé si tú y yo nos congelamos o el resto del mundo se mueve rapidísimo, y sentimos que volvemos a la realidad si de casualidad miramos la hora.

No sé si alguna vez te lo dije, pero tengo fotos de techos en mi computadora. Siempre me gustaron, me dan curiosidad, y como amo las alturas son coincidentemente mis espacios favoritos. Ahora es uno de esos techos el tuyo y aunque no tengo fotos, lo visito en mi cabeza. Subo las escaleras, abro la puerta y corro a apoyarme en algún borde, a buscar con los ojos al gato de tu vecino o contar los aviones que pasan mientras el viento me despeina.

Si tengo sangre en todas las venas y un corazón que late siempre muy fuerte y piernas que tiemblan y no por la fiebre, yo me enamoro y me vuelvo loca. No en estricto orden, pero lo hago. Tengo también miedo, pero por primera vez en mucho tiempo no esconde ganas de huir. Es como si me parara en el borde de un techo, estoy mirando al vacío y solo quiero dejarme caer para tener esa sensación increíble de que el estómago te sube a la cabeza y que por un par de segundos es posible tener dos pies y volar. Y quiero que esa caída no termine, no quiero llegar al suelo y mucho menos estrellarme. ¿Se pueden soñar tantos imposibles?

Tengo una confesión más que hacer esta noche: me muero por tirarme de tu techo, y sé que hay un jardín cerca que podría salvarme de ser neuronas desparramadas en pavimento.
 

en la cabellera enredada de una niña en la vía láctea Copyright © 2012 Design by Antonia Sundrani Vinte e poucos