miércoles, 27 de noviembre de 2013

para él

Publicado por Claudia en 3:34 0 comentarios

no puedo hablar en voz baja
me gusta reírme con todas mis ganas
llenar mis pulmones hasta el tope,
con el olor de tu perfume.
no sé usar las comas
ni conozco suficientes conectores
mi lógica lingüística solo me sirve para abrir la boca
y decirte maravillosas tonterías,
como la que te digo ahora:
tú y yo merecemos un aplauso
que resuene y vibre en las orejas
de aquellos que odiamos tanto.
sacúdete la mala vibra de los hombros
yo tengo para darte justo aquello que necesitas,
amistad de tratamiento permanente

-la terapia de amor intensiva de cerati-
no hay carga que no se aligere
pegando tu sonrisa al lado de la mía.
mírame,
haces amanecer dos pupilas marrones.

para ti que adivinas las palabras, el gesto, los besos
para ti nunca existirán distancias.
para ti tengo siempre guardados:
el primer pensamiento del día
la última mordida del chocolate
la canción más bonita de todas
el abrazo infinito
y los zapatos al costado de la puerta,
para salir corriendo a encontrarte
incluso cuando no sea mi nombre el que llames

martes, 8 de octubre de 2013

Hoy soñé con mi abuela...

Publicado por Claudia en 23:57 0 comentarios


Apuro el paso para alcanzar a la combi que acaba de detenerse en el paradero prohibido. Sí, apuro mis piernas como me enseñaron en el colegio, a caminar con “paso ligero” cuando había un simulacro de temblor. Hoy me sirve más para alcanzar combis que para salvar mi propia vida. Para variar estoy tarde, para variar no miro al cobrador a los ojos cuando pago el pasaje, para variar me dan una moneda que pienso -tiene que ser falsa- pero no reclamo nada. Me tiro en el primer asiento vacío al lado de la ventana y reviento el volumen de mis audífonos, total ya estoy un poco sorda y no aguanto la cumbia de este carro.

El cielo gris me distrae de la hora, no tengo idea de qué tan tarde voy a llegar a mi clase. De nuevo el mismo trayecto que me sé de memoria; las mismas casas y graffitis en las paredes, un par de avisos nuevos demasiado estridentes y entonces pienso… ¿qué fecha estamos? ¿qué día es hoy? ¿hace cuantos días que no voy a ver a mi abuela en el hospital?
De pronto siento que ya no estoy viajando en Javier Prado, creo que estoy en un túnel amarillo y el carro va a 120 kilómetros por hora. Mi memoria me pone imágenes en la ventana que se suceden una tras otra sin aparente orden cronológico, qué carajos está pasando.

Me veo en un enorme ascensor lleno de gente, tirada en el jardín leyendo un mensaje de mi papá: “tu abuela está en cuidados intensivos”, saliendo del hospital a las ocho de la noche completamente a oscuras, entregándole mi dni a una enfermera que me mira con pena, lavándome las manos con alcohol y poniéndome una bata para entrar a su cuarto, hablando con ella y contándole que al día siguiente me voy de paseo, agarrándole la mano hinchada, llorando de pie al lado de su cama, mi primo abrazándome mientras temblaba, mi mamá y mi hermana sentadas en la cama llorando un miércoles 24 de julio en la madrugada…

Regreso del vacío, del hueco en mi memoria y me doy cuenta que no soy la nieta ingrata. Que han pasado dos meses y que ya no tengo que ir a verla en el hospital, que se acabaron los 15 minutos contados de mirar las máquinas y apretarle las manos frías, de rezar en silencio y no saber qué decir en voz alta. Que hoy solo me queda ir al cementerio y ponerle flores, extrañarla siempre y tragarme las lágrimas que están a punto de desbordar mis ojos cuando la pienso.


Casi como un alivio, hoy te vi en mi sueño. Te habías mudado a una nueva casa y ahora algunos de mis primos y yo teníamos el privilegio de vivir contigo. Tenías exactamente la misma ropa que hace unos tres cumpleaños pasados míos. Estabas feliz, sonriendo, abrazándome sin parar. Regañando a mi mamá como solías hacer siempre, defendiéndome y engriéndome. Yo también sonreía, me dejaba abrazar, permitía que el sentimiento de tranquilidad me llenara por completo.

Ya no me persiguen más imágenes de hospitales ni tristezas, no me siento ingrata ni malagradecida como me llaman por aquí. Te he visto sonreír de nuevo y sé que desde donde sea que estés me miras como quien dice “no te preocupes, todo va a estar bien”. Gracias por enviarme ese abrazo, tu amor sin duda sobrepasa espacio y tiempo, sé que esta carta también llegará hasta el cielo.

domingo, 11 de agosto de 2013

Honestidad Brutal

Publicado por Claudia en 21:25 0 comentarios

Aunque no escribo mucho aquí no he dejado de hacerlo, de hecho que no publique no significa que a diario no me siente aunque sea un ratito a garabatear un par de palabras en papel o a escribir algún párrafo del comienzo de algo que sé que no voy a terminar en mi computadora. Hoy, como tantas otras veces, escogí darme el gusto de leer cosas por puro placer antes de abrir mis diapositivas de Derecho Tributario (mi final es mañana y ni siquiera sé qué es un maldito tributo).

Entré las varias horas que dediqué del día de hoy a leer, encontré un artículo de la revista Esquire, un escritor se había contactado con la cabeza de un movimiento llamado “Radical Honesty” que básicamente promueve la idea de dejar de mentir, en cualquier circunstancia. Este programa, movimiento, técnica o lo que sea toma a la mentira como principal fuente de estrés en la vida de las personas. Por ende, decir la verdad debería llevarnos a una vida más feliz.

Decir la verdad en cualquier circunstancia implicaría entonces ser bastante malcriados y romper con algunos filtros mentales para decir, sin ningún pelo en la lengua, aquello que realmente pensamos. Esta excepcional honestidad sin duda puede llevar a algunos descubrimientos y revelaciones importantes en nuestras relaciones interpersonales. Probablemente a una mayor cantidad de desagradables sorpresas también.

No más “mentiras blancas”. Ya no diría: tomé la pastilla, me bañe hoy, llego en 5 minutos, no me duele nada, no estoy ‘stalkeando’, voy a leer para el control, es la última clase a la que falto, voy a comer más tarde…

Entiendo el atractivo de cambiar el discurso, de ser directos, comparto la curiosidad; ¿qué pasaría si no vuelvo a decir una mentira más? Si de hoy en adelante no hay más manipulación, sino verdad absoluta con cada persona que me dirija la palabra. Pero no todo el mundo resiste bien la verdad sin maquillaje, ni mucho menos están dispuestos a darte la verdad de vuelta. ¿Qué tanto daño le haríamos a las personas más cercanas a nosotros si lo hiciéramos?

Personalmente siempre pedí la verdad a todos los que quisieron negármela en algún momento, sin condimentos, y no me arrepentí. Fue difícil y doloroso escucharla muchas veces pero me dije a mí misma que era lo que yo había querido, así que tenía que mantener mis orejas puestas en su lugar y vivir con todo lo que me daba miedo saber. ¿No es más grande el miedo de no saber?

Yo también negué la verdad varias veces, y ahora sé que no hubo ni una pizca de sacrificio o “soy mártir” en ello. Nada de no quise hacerle daño, es puro y simple egoísmo, es miedo a que no te quieran más, a que decidan alejarse y embarcarse en el primer barco hacia me-olvido-de-ti. Tampoco creo en la verdad que se escupe o vomita y ensucia todo lo que está alrededor, para mí siempre hay un momento para decir las cosas que merecen ser escuchadas con toda la atención posible. Yo lo hago si miro a los ojos, si escribo una carta, si hago un regalo, si pido perdón. Con el tiempo he aprendido a decir lo que realmente pienso a las personas que realmente me importan.


Sin ninguna mentira blanca te diría; que si verbalizo tanto mis dolores es porque me gusta saber que te preocupas por mí. Que te mando fotos y te escribo cartas para que me extrañes, porque quiero que pienses en mí cuando no estoy ahí. Que lloro demasiado, soy muy sensible y lo considero un defecto, que en los días que estuve físicamente lejos de ti se acabaron esos 3 litros de lágrimas que me quedaban. Que tengo miedo de perderte aunque sé que no eres mi propiedad. Que me asusta la idea de que te aburras de todo mi drama y las complicaciones que arrastro conmigo. Que antes de irme a dormir veo una película en mi cabeza de todos los días que hemos pasado juntos. Que creo que piensas que soy mejor persona de lo que soy realmente, muchas veces creo incluso no merecerte. Que tu amistad es lo más valioso que tengo. Que si tengo un plan para el futuro: quiero regalarte un perro. Que quiero extender este presente y hacerlo infinito, porque nunca estoy tan feliz como cuando estoy contigo.

jueves, 2 de mayo de 2013

Publicado por Claudia en 23:52 0 comentarios

here is the deepest secret nobody knows
(here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life;which grows
higher than soul can hope or mind can hide)
and this is the wonder that's keeping the stars apart

i carry your heart(i carry it in my heart)
e.e. cummings 


Nunca voy a escribir como quisiera, mi cerebro viaja a una velocidad distinta a la de mis dedos. No sé si no tiene paciencia o si mis manos escriben muy lento. Las palabras no son las adecuadas, las coloco en el orden equivocado. A veces exagero demasiado; otras, no me alcanzan para terminar de describir todas las sensaciones que contengo en un segundo. Pero si hay algo cierto es que puedo dar vueltas en mi cama y mientras ahogo mi cabeza en mi almohada, me envuelve la realidad inesperada de que estoy viviendo como lo hacen pocos, que esto es mucho más que solo sobrevivir. Puedo escribir hoy de locura, de magia y de fuego.

Siempre me gusto el mar, la profundidad, la posibilidad de sumergirme debajo del resto del mundo. No quiero evitar las olas, no las esquivo, las espero de pie y con la cabeza en alto, dispuesta a que me lleven hacia donde debería ir. Así me dejé empujar por el nervio crudo de tus besos y el intercambio de confidencias que nos hacemos, que nos deja sin nada para ocultar. Hay locura en no temerle a la tempestad, en salir a navegar y tirar todos sus ojos fijados en nosotros por la borda.

Sentarme en una banca a tu lado, completamente vulnerable y absorta del resto del mundo en este espacio. De qué manera tan sutil hemos agitado y puesto de cabeza nuestros respectivos mundos. No esperar nada, vivir sacando la mejor oportunidad de cada sorpresa contigo, que cada decisión rebalse los límites de las fórmulas. Solo a tu lado puedo concebir un silencio cómodo. La magia es no saber cómo, desde cuándo ni hacia dónde es que te amo, y saber al mismo tiempo que es el principio de donde parte todo.

Puedo llevarte corriendo de la mano entre pena y lágrimas, hasta el máximo placer, y nuevamente de ida y vuelta. Un circuito eléctrico estalla entre la conexión de mi cerebro al tuyo, el fuego encendido entre nosotros es de una belleza exquisita y de proporciones extrañas. Lo más importante es caminar a través de este fuego. Y aquí estoy, llena como un vaso de agua hasta el borde de alegría, en el ojo del huracán y todavía en calma (a pesar de todo el caos). Estoy en tus abrazos, en tu risa, en tu voz, en la comisura de tus labios. Estoy despierta, viéndome infinita y aunque no digas ninguna palabra; en sentir que estarás siempre aquí, honrando tu promesa. 



viernes, 22 de marzo de 2013

una promesa

Publicado por Claudia en 17:39 0 comentarios

Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.
 
No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo. 
"Hagamos un trato",  Mario Benedetti






Yo voy a matar a las arañas. Voy a invitarte mis papas fritas cuando digas que no tienes más ganas de comer grasa. No me voy a meter al mar en la noche. No voy a ignorar tus dolores de cabeza, cuando los tengas te ofreceré mis piernas para que descanses. Si te dan ron, voy a tomármelo por ti. Haré mi mayor esfuerzo por no hacer tantas preguntas o hablar demasiado si vemos una película. Voy a treparme como un koala cuando te abrace. Voy a permitir los moretones y dejarte tener la razón, algunas veces, no siempre. Voy a escribirte poemas en post its simplemente porque siento que quiero hacerlo. Voy a dibujarte corazones en el brazo y tomarte de la mano, y voy a quererte mucho.

domingo, 17 de febrero de 2013

Un relato de acoso callejero

Publicado por Claudia en 6:03 0 comentarios
Dicen que no tienes idea de cómo se siente hasta que te pasa a ti para referirse a toda clase de experiencias traumáticas, y lamentablemente no se equivocan. 
El día sábado 17 de febrero casi a las 12 de la noche caminé al grifo Repsol de la avenida Raúl Ferrero, a pocas cuadras de mi casa. Entré a la tienda, compré un jugo y un par de chocolates y salí a caminar. En la puerta me percaté de un grupo de niños, adolescentes, que estaban mirándome sentados en la esquina de la calle. Me puse mis audífonos con el volumen alto como siempre y me dispuse a caminar rumbo a mi casa. Cuando pasaba por el Plaza Vea de Molina Plaza me di cuenta que el grupo de chicos, unos diez aproximadamente, estaban caminando detrás de mí. Completamente despreocupada continué mi camino. Cuando me encontraba a espaldas del supermercado, sentí que me tiraban una palmada en el trasero. 

Tardé medio segundo en reaccionar y darme cuenta de lo que había pasado. Nunca en mi vida pensé que tendría que escribir estas palabras juntas, en la misma oración y en este orden, conjugando los verbos como lo estoy haciendo. Pasó tan rápido, solo pude alcanzar a ver la vestimenta del chico: polo negro y short rojo, mientras desaparecía corriendo y entre risas con el grupo de sus amigos que lo siguieron por una calle oscura. Sin pensarlo dos veces y antes de recuperar mi aliento, me dirigí detrás de ellos. Yo caminaba y ellos corrían, mientras en mi cabeza barajaba mil ideas y posibilidades. 

Quería gritarle que quién rayos se creía que era ese mocoso, que no tenía idea con quién se había metido. Pensé en llamar a serenazgo, en ponerme a gritar como loca, en buscarlo ¡y reventarle la botella que tenía en la mano en la cara! Se me hizo un nudo en la garganta, no podía superar lo que acababa de vivir. Me sentí impotente y con ganas de llorar de la rabia, pero al mismo tiempo decidí que ese no podía ser el final del asunto. Caminé hacia la esquina de la avenida Arboleda cuando divisé al grupo de muchachos un par de calles más abajo, seguí caminando detrás de ellos y esta vez comencé a gritar en voz alta: "ven acá chibolo". Al verme, los chicos asustados comenzaron a correr en diferentes direcciones. Llegué hasta un parque, donde un grupo de sus amigos se rindieron de la persecución que yo había emprendido. 

Continúe siguiéndolo por más parques enrejados y preguntando a todos los vigilantes si lo conocían, si sabían quién era o dónde vivía. Hasta que lo vi correr en compañía de un chico más a través de una reja, un par de minutos después vi que otro chico regresaba y pensando que se trataba de uno de sus amigos me dispuse a interrogarlo. Al verme sumamente alterada el chico me preguntó que había pasado, después de contarle lo sucedido se ofreció a acompañarme a buscar al atrevidísimo mocoso. Dimos una vuelta al grifo y regresamos por la avenida, en otra esquina terminé encontrándome con el grupo de amigos del chico que me acosó. 

No puedo recordar exactamente qué les dije por más que lo intento, pero en todo mi malestar logré manifestarles principalmente lo que pensaba. Les recordé que como ellos yo también vivía ahí y tenía tanto derecho como lo tenían ellos a caminar por mi casa a la hora que me diera la gana, con la ropa que me diera la gana y no necesitaba estar acompañada de alguien para no ser atacada. Algunos atinaron a excusarse diciendo que ellos no habían hecho nada, que no tenían la culpa, que incluso no tenían ningún tipo de influencia sobre su amigo, pero que claro que sabían que lo que había hecho estaba muy mal. Les dije que el acto que habían presenciado, y del que en parte habían sido cómplices, era un acto de violencia. Que me había jodido en extremo, por supuesto que sí! Que esa "broma" que seguramente se habían animado unos a otros a hacerle a la chica que caminaba sola me había malogrado un buen día. Que me había dolido tanto como le duele a alguien una cachetada, o como duele escuchar una palabra hiriente. Que para la mala suerte de su amigo, Sergio Bianchi, yo pertenecía al Observatorio Virtual de "Paremos el acoso callejero" y por supuesto que me iba a encargar de denunciar estos hechos y que se enterara toda la gente posible. Este grupo de niños de 15 años creo que barajaron la idea de que yo era también una adolescente más y que después de ese acto de violencia mi actitud sería de "ya fue, qué importa" y que no iba a hacer absolutamente nada. Pues se equivocaron...


Los invité finalmente a buscar la página del observatorio en facebook, espero que lo hayan hecho y si me están leyendo desde aquí les envío mis más cordiales saludos. Sí, eran unos niños de 15 años... Esa edad tan complicada en la que nos sentimos muy grandes, muy valientes, con ganas de hacer muchas cosas de adultos y con los pies puestos en la puerta grande de nuestro futuro y al mismo tiempo nos aferramos a ciertas inmadureces propias de la edad. No tenían ni idea de que yo tenía 21 años y lo noté en sus caras de sorpresa, mucho menos esperaron que yo los siguiera o que los buscara y creo que mucho menos pensaron que tendría algo que decir al respecto. La verdad es que tuve mucho, y en medio de todo lo alterada que me sentía creo que logré transmitirles mi mensaje de malestar e indignación. Por supuesto no está de más repetirlo: jamás me voy a quedar callada frente a cualquier tipo de acto de violencia que presencie o que me afecte. Nunca voy a permitir que transgredan mi derecho al libre tránsito, ni le voy a sonreír ni voy a agacharle la cabeza a ningún acosador callejero.


Tengo que agradecerle a Cristóbal, el chico que sin conocerme se ofreció a acompañarme a buscar a mi agresor. También se animó a encarar al grupo de amigos y fue reconfortante escuchar las mismas ideas desde la perspectiva de otro hombre. Infinitas gracias por eso!

Quiero tomar esto que me pasó a mí más que como un trauma o una mala experiencia, como el empuje para seguir trabajando en la iniciativa de "Paremos el Acoso Callejero" y espero que utilizar este medio tenga el efecto de impulsar a otras mujeres a contar sus historias, a encarar a los agresores. También a seguir trabajando en conjunto para combatir esta forma de violencia que afecta a todas las mujeres cotidianamente. Mucho más importante es lo que yo escojo el día de hoy, y que espero que todas las mujeres escojan conmigo, el hecho de rehusarnos a ser simplemente víctimas. Rompamos con el círculo vicioso, es fácil correr y esconderse y no dar la cara. Siempre será mucho más difícil armarse de valor y encarar a un agresor, pero es importante que lo hagamos y que el resto del mundo se entere que no vamos a tolerar ningún tipo de violencia.

domingo, 27 de enero de 2013

de algún sueño me voy a salir

Publicado por Claudia en 21:13 0 comentarios

Todo está bien si tan solo te pienso, si en medio de toda la gente entre la que camino estoy riéndome sola, escribiéndote alguna tontería. Tengo los ojos siempre un poco pegados a la pantalla, si se enciende la lucecita morada me lanzo sobre el teléfono aunque tenga que hacer malabares de ninja para alcanzarlo. Nadie entiende y no me tomo la molestia de explicar qué está pasando.

No quiero pronunciarme definitivamente sobre lo que siento cuando estoy contigo, no quiero analizarlo demasiado, no quiero llegar a ninguna conclusión. Me siento satisfecha dando un paso adelante del otro sin pisar las líneas del medio, como juegan los niños, hay algo de encantadora incertidumbre en no saber si caminamos juntos hacia algún lugar. No he maquillado mis virtudes, cada palabra mía que ha llegado a tus oídos habitó en algún momento mi cabeza, no hay ningún misterio.

A veces creo que me muevo muy rápido para ti y no puedes seguirme el paso. Yo no camino; corro, hablo de más y luego pido perdón, exploto, me pongo a llorar, te abrazo y luego te empujo. No voy a decirte que te quedes cerca y seas un espectador, solo espero que estés haciendo la cola para subirte a esta montaña rusa. No me avergüenza decir que pienso más con mi ombligo que mi cabeza, y muchos podrían argumentar que estoy saltando adentro de una burbuja que está a punto de explotar. Pero estoy saltando, estoy feliz, nadie mira lo que veo yo.

Para hacerles honor a las madrugadas de confesiones solo estoy escribiendo de noche. No te voy a mentir: quiero canjear caras por besos, quiero pensar qué haríamos si llegáramos a robar un perro, quiero hacer una pijamada. Quisiera que no importaran demasiado todos los que miran y todos los que hablan, que se diluyeran sus ruidos en un eco en tu cabeza. Soy dinamita contenida en tu abrazo, y mientras estoy ahí no hay espacio para sentirme triste.

La luna gigante, la bendita constelación de Orión que busco siempre en el cielo, fumarme un cigarro y caminar a tu lado: es toda la conjunción de fabricar un silencio perfecto. No tengo la necesidad de abrir la boca para llenar el espacio entre nosotros, y para la niña que habla hasta por los codos eso es todo un tesoro. El tiempo maldito acelera sus agujas cada vez que estamos solos, no sé si tú y yo nos congelamos o el resto del mundo se mueve rapidísimo, y sentimos que volvemos a la realidad si de casualidad miramos la hora.

No sé si alguna vez te lo dije, pero tengo fotos de techos en mi computadora. Siempre me gustaron, me dan curiosidad, y como amo las alturas son coincidentemente mis espacios favoritos. Ahora es uno de esos techos el tuyo y aunque no tengo fotos, lo visito en mi cabeza. Subo las escaleras, abro la puerta y corro a apoyarme en algún borde, a buscar con los ojos al gato de tu vecino o contar los aviones que pasan mientras el viento me despeina.

Si tengo sangre en todas las venas y un corazón que late siempre muy fuerte y piernas que tiemblan y no por la fiebre, yo me enamoro y me vuelvo loca. No en estricto orden, pero lo hago. Tengo también miedo, pero por primera vez en mucho tiempo no esconde ganas de huir. Es como si me parara en el borde de un techo, estoy mirando al vacío y solo quiero dejarme caer para tener esa sensación increíble de que el estómago te sube a la cabeza y que por un par de segundos es posible tener dos pies y volar. Y quiero que esa caída no termine, no quiero llegar al suelo y mucho menos estrellarme. ¿Se pueden soñar tantos imposibles?

Tengo una confesión más que hacer esta noche: me muero por tirarme de tu techo, y sé que hay un jardín cerca que podría salvarme de ser neuronas desparramadas en pavimento.
 

en la cabellera enredada de una niña en la vía láctea Copyright © 2012 Design by Antonia Sundrani Vinte e poucos