No vine a pintar ningún
cuadro. Estoy sentada aquí, al frente tuyo y al frente de mí, después de haber
tenido éxito retrocediendo el tiempo a más de un año atrás. La escena es esta: la que debió ser la última
confrontación y en la que salí perdiendo.
Mis ojos miraban al vacío; rojos, llenos de
lágrimas y sin soltarlas, enfurecidos. Mis brazos cruzados sobre mi pecho, que
apretado me hacía temblar mientras respiraba con dificultad. Mi rostro sin
ninguna expresión, las líneas de mi cara desaparecidas, mi cuerpo por completo
dirigido hacia la puerta, esperando que en cualquier momento la abrieras y te
largaras de una vez por todas. Tú comenzando tus ruegos, tratando de separar
mis brazos y cogerme las manos. Llorando, gritando explicaciones, pidiendo que
te escuchara, arrodillándote y rindiéndote finalmente. Haciéndote al costado,
esperando mi respuesta, cubriéndote la cara con las manos. Cinco segundos de
debilidad, lo único que escuchaba era mi corazón latiendo en todo mi cuerpo,
mis palabras eran absolutamente incoherentes mientras tú continuabas
enredándote en tus mentiras.
Te hice la pregunta definitiva aún cuando ya conocía
la respuesta. Clavaste tus ojos en los míos y juraste por un Dios cualquiera
que lo que decías era cierto. Me permití dudar, me puse de pie y abrí la puerta.
Te pedí que te fueras, que era tarde y que lo pensaría, te dije. No pensé
absolutamente nada esa noche. Ignoré por completo mi propia voz, la que me
decía en un grito que la mentira era evidente, y decidí creerte antes de haberlo
realmente decidido.
Ahora que estoy desde el sillón de al frente
contemplando la misma escena, no consigo perdonarme del todo ese terrible
error. Haber permitido tu juego mental con mi cerebro, tu manipulación
asquerosamente trabajada con alevosía. Me duele todavía como si la hubiera
escuchado el día de hoy. Tamaña mentira, genial traición. Me duele mucho más
haber sido tan inocente, dejar que me mintieras en la cara ese día y todos los
malditos días que le siguieron...
No me pidas que te perdone de nuevo. Por favor, no
lo hagas nunca. Ni ahora ni en veinticinco años, no quiero que exista ni
siquiera una minúscula posibilidad de que creas que lo que hiciste tiene
remedio. Sé que me pediste que no escribiera de esto. Por
algún tiempo tuve miedo, pero prefiero hacerte mejor fama y exponerte en toda
tu cobardía, así que aquí estoy contando una de tus mejores historias para la
colección. Haz absolutamente lo que quieras, diles a todos que estoy loca, que
jamás lo voy a superar, cuéntales como creías que ya éramos amigos, escríbeme
tratando de intimidarme... Mejor aún, haz todas las anteriores. Yo solo quería
que no se te olvide: sigues siendo el mejor mentiroso que conocí en mi vida.
Y gracias eh, muchas gracias por toda la mierda...
Hoy soy otra persona.
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